A Maite Gil le gustan los boleros, pero su vida dio un giro a los 68 años gracias al rock y a U2. La suya y sobre todo la de ‘Casa Julio’, uno de esos añejos bares del Madrid profundo que fundó su padre en 1921 y que, de la noche a la mañana, pasó de ser un rincón frecuentado por incondicionales que sabían de sus vinos y su comida casera a transformarse en un centro de referencia para famosos y turistas del mundo entero.
Todo cambió a finales del 2000. Un día de noviembre entró por la puerta un hombre buscando un espacio con encanto para, según explicó, realizar allí una sesión fotográfica para un grupo «muy famoso». «En el momento me dio un poco de reparo abrir mi casa a unos desconocidos, pero al final accedí», recuerda. La sorpresa llegó cuando el día acordado quienes entraron esta vez por la puerta fueron Larry Mullen, Adam Clyton, The Edge y el mismísimo Bono. «Ni siquiera había oído el nombre de U2, pero enseguida me di cuenta de lo importantes que son». «Ahora –bromea– soy fan de ellos».
Las fotos del grupo irlandés cuelgan desde entonces de las paredes de ‘Casa Julio’ y el espíritu de los autores de The Joshua Tree se mezcla con el olor de las míticas croquetas de espinacas, queso y pasas que pueblan la barra a razón de 400 al día. Incondicionales de la banda llegados de medio mundo no dejan de peregrinar hasta el bar cuando pasan por Madrid, y personajes tan populares como Guillermo del Toro, José Saramago, Javier Bardem, Miguel Ríos o Santiago Segura han tomado el local situado en la calle de la Madera del barrio de Malasaña como centro de referencia.
De aquel encuentro con U2 guarda Maite un puñado de recuerdos imborrables. «Bono dijo al verme: ‘Encantado, mama’ y me besó las manos como un caballero», recuerda. «El día era muy desapacible, y en un momento que amainó el astro salió a la calle y se puso a cantar O sole mío».
Las dos horas apalabradas para concluir la sesión se convirtieron en cinco y los componentes de la banda más multitudinaria del mundo con permiso de los Rolling Stones tuvieron también tiempo de probar las delicias gastronómicas de ‘Casa Julio’ y, en el caso de Bono y The Edge, probar su vino. «De Rioja, claro», aclara Maite.
Y es que, la vinculación de su familia con La Rioja viene de antiguo y es estrechísima. Su padre, el Julio Gil que da nombre al local, se hallaba en Segovia cuando estalló la Guerra Civil y en vista de que resultaba imposible regresar a Madrid logró un salvoconducto para viajar al pueblo de su cuñada Ovidia: Albelda. «Allí trabajó en Escayolas Cámara y labrando unas tierras que le cedieron», rememora. «Todo el pueblo se portó fenomenal en aquellos años». Tan bien, que toda la familia Gil viaja cada año hasta Entrena, Logroño o Viguera para reencontrarse con los «amigos de siempre» y tomar el vino (Latente, de Albelda) que nunca falta ni en la barra de ‘Casa Julio’ ni en la mente de los U2.